La libertad como respuesta
Creo que no me equivoco al afirmar que casi todos los colombianos, de una u otra forma, una vez se declaró la pandemia, no veíamos problema con que se decretara una cuarentena para que el gobierno pudiera resolver los asuntos de las UCI, creara protocolos y generara estrategias para responder a la situación. Pero creo que tampoco lo hago al decir que ninguno se imaginó que 127 días después seguiríamos confinados, con más restricciones que nunca, sin las UCI suficientes, gobernados a punta de decreto y en manos de nuestros alcaldes, sin nada bueno que contar, solo aumentos en la cantidad de contagios y muertes por el Covid-19, desempleados, pobreza, empresas cerradas, descontento social, entre otras cosas.
Aunque la medida del confinamiento prolongado ha demostrado ser peor que la enfermedad, porque ha dejado más caídos en el camino que el mismo virus, abriendo la puerta del hambre, la pobreza y el desempleo, algunos sectores insisten en la necesidad de continuar con este, acompañado de medidas asistencialistas.
Y, aunque presentan la propuesta de tinte autoritario como única forma eficiente para afrontar el virus, junto con una serie de restricciones y sacrificios de las libertades individuales y económicas en pro del bienestar público, no hay prueba, nacional o internacional, que dé cuenta de ello.
Todo lo contrario, al ver los países que mejor han afrontado la pandemia – tanto en materia de salud como en lo económico- listados por la Revista Times, podemos ver que están Taiwan, Singapur, Australia, Hong Kong, Suiza, Alemania y Canadá. Dichos países son considerados de los más libres del mundo según el último Index of economic freedom de Heritage Foundation. Este índice, que mide cuatro dimensiones (Estado de derecho, tamaño del estado, eficiencia regulatoria y mercados abiertos), los sitúa dentro del top 30.
Que estos hagan parte de este grupo no es una mera coincidencia o casualidad. En este contexto, la libertad fue la respuesta a la crisis. Permitió tener economías más robustas que lograron soportar el choque, había mayores niveles de integridad gubernamental, mayor eficiencia y no tuvieron la necesidad de prolongar medidas que fueran en detrimento de la libertad individual por largos periodos como sigue pasando en Colombia.
Si la evidencia está sobre la mesa ¿a qué se debe la insistencia en este tipo de medidas que restringen la libertad? Partiré de la premisa de que la crisis generada por el Covid-19 abonó el terreno para el discurso populista. Los populistas se han encargado de hablar en términos de un falso dilema entre salud y economía para ganar adeptos e imponer sus ideas y sueños políticos. El manejo de esta dicotomía y la creación de un panorama “ellos contra nosotros” es lo que ha permitido que se use la salud como una excusa para inmiscuirse en nuestras vidas y restringir las libertades.
Con la excusa de la salud se nos ordena quedarnos en casa si sufrimos de obesidad, de hipertensión o diabetes; si queremos un café debemos esperar una semana, esperar el turno, asegurarnos que no haya toque de queda y salir en los horarios establecidos. Adicionalmente, impulsan medidas asistencialistas y populistas proponiendo aumento de impuestos, creación de renta universal y repartir subsidios, haciendo el Estado cada vez más grande e indispensable para la vida social. Aunque todas estas medidas parecen loables y deseables, la presencian in crescendo del Estado en nuestras vidas, su constante intervención y negativa hacia la economía de mercado, resultarán en efectos devastadores para el desarrollo de nuestro país y la calidad de nuestra democracia.
Colombia ocupa actualmente el puesto 45 del índice de libertad económica, situándose dentro de los países considerados moderadamente libres. Si como colombianos no actuamos ante estas personalidades que han hecho de la coyuntura su terreno político y, no reaccionamos en las urnas el próximo 2022, no solo perderemos puntos en el índice de libertad, sino que habremos dado un paso, por no decir varios, atrás en la lucha por la libertad, el desarrollo y nuestra democracia.
Finalmente, siendo consciente de los ejemplos y los precedentes internacionales, como colombianos debemos exigir mayores libertades, no solo civiles, sino de mercado que permitan y faciliten los emprendimientos, que promuevan las pequeñas y medianas empresas, se busquen estrategias para la formalización del empleo, se creen más y mejores oportunidades, se propenda por un desarrollo sano y sostenible; todo con miras a superar la crisis sin sacrificar los pilares de la democracia y prepararnos para futuras coyunturas. Quiero recordar a todo aquel que lea esta columna lo que alguna vez leí: la prosperidad genera salud, mientras que la pobreza conduce a la muerte. Perpetrar medidas autoritarias en “pro” de la sociedad, es realmente ir en contra de ella.
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