Solidaridad en tiempos de Coronavirus.
Siempre se ha dicho que en los tiempos de crisis conocemos verdaderamente quiénes somos y que ningún mar en calma hizo experto a un marinero. Sin embargo, creo que no me equivoco al asegurar que esta tormenta llegó al mundo entero sin que nadie pudiera estar preparado para sus efectos.
El COVID 19 inició en diciembre de 2019 en China y sin pensarlo, en marzo había cubierto el mundo entero. De un momento para otro nuestra vida en sociedad quedó suspendida. Ahora, a tan solo unas semanas de que las medidas fueran tomadas, es difícil saber con exactitud cuáles serán sus consecuencias, sin embargo, sobre lo que tenemos certeza es que serán devastadoras para la economía mundial y para la vida de miles de personas.
Es así como no hay un solo país del mundo que no esté teniendo que enfrentar estas circunstancias y sería difícil encontrar una sola persona que no haya visto su vida afectada de alguna manera por la crisis. Esto solo significa una cosa: estamos posiblemente ante reto más grande que tendremos que enfrentar como sociedad y la verdad es que nuestra responsabilidad va mucho mas allá de quedarnos en casa. Con esto, no quiero decir que esto no sea indispensable para hacer frente a la pandemia, pero sí pienso que lejos de ser lo único que podemos hacer, es lo mínimo que se nos pide. En momentos de crisis la sociedad, contrario a estar llamada a encerrarse en su casa y disfrutar de días “forzados de vacaciones”, debe actuar en SOLIDARIDAD.
Lo que quiero decir con esto es que, si en tiempos de normalidad creemos que la responsabilidad sobre nuestros países no descansa completamente en los Estados, sino que, por el contrario, los Estados “grandes y omnipotentes” terminan generando problemas más complejos a medida que la identidad de las personas se desvanece y que es exactamente por eso que los organismos intermedios juegan un papel fundamental, entonces no podemos creer que esto es menos cierto en tiempos de crisis. Es más, es en tiempos de crisis que una sociedad fuerte puede ser la cura de muchos males. En momentos de crisis, la familia, las iglesias, las empresas y las organizaciones juegan un papel crucial.
La solidaridad, llama a las personas a sentirse responsables de unos y otros, a entender la humanidad como una gran familia, en la que el éxito o la riqueza de algunos, debe ser para el beneficio de todos, y la debilidad de los otros, es una responsabilidad de todos. La solidaridad entonces, como dijo el Papa Juan Pablo II no es "un sentimiento de vaga compasión o de superficial angustia ante las desgracias de los demás". Por el contrario, debe ser “una determinación firme y perseverante de comprometerse con el bien común".
Esto significa que actuar en solidaridad es una decisión y también una responsabilidad.
En este sentido, todos tenemos parte en esta crisis. Todos en la medida del poder o de la capacidad que tengamos. Ejemplos impresionantes se han visto alrededor del mundo de colaboración entre empresas, universidades y hospitales, como el dispositivo de ayuda respiratoria desarrollada por Mercedes HPP, University College London y el Hospital UCL, o el desarrollado por Ferrari. Otro ejemplo son los equipos de Formula 1 que compiten online para recaudar fondos, los conciertos que han ofrecido cantantes alrededor del mundo, o Microsoft que está desarrollando nueva tecnología para rastrear o identificar el virus, las universidades alrededor del planeta que volcaron sus laboratorios para desarrollar todo tipo de dispositivos que aporten a la crisis, incluida la Universidad de La Sabana en Colombia, entre muchos otros.
Esta misma responsabilidad la tienen todas las empresas medianas y pequeñas, de agotar todas las posibilidades antes de cortar el salario de sus empleados en mayor necesidad; de cobrar lo mínimo posible para mantener a flote su empresa, pero para permitir que otros sigan beneficiándose de sus servicios y de, bajo ninguna circunstancia, aprovechar la crisis en favor de su riqueza o beneficio individual (inflando precios, por ejemplo). Igualmente, las familias que aún conservan sus ingresos de continuar pagando el salario de sus empleados domésticos, y es la misma responsabilidad que tenemos todos de pensar en comunidad y de decidir que todas nuestras acciones estén dirigidas al bien común.
Esto implica, sentarse y hacer un plan de las medidas que podemos tomar como personas y familias para ayudar a otro que está en una peor posición que la mía ¿cómo? Con consumo solidario, apoyando los negocios en necesidad, y para esto, si es necesario, incluso modificar nuestras rutinas. Eso significa, pedir a restaurantes locales o cercanos (y planear hacer esto conscientemente) a pesar de que no sea la comida de nuestra preferencia o incluso aun pudiendo cocinar en la casa, solo guiados por la conciencia de que, si estoy en la capacidad de ayudar a alguien que lo necesita, debo hacerlo. Lo mismo con todo tipo de almacenes o servicios. Incluso si no hay negocio.
Últimamente he visto cientos de post en Facebook de personas que están promoviendo grupos de 4-5 personas que conservan su trabajo para donar mensualmente entre $10,000 o $20,000 pesos a alguien que perdió su trabajo, o personas que están dividiendo artículos de mercado para asegurarse de poder armar 2 o 3 mercados completos, o hacer pedidos en Rappi y luego regalarle el pedido al Rappi tendero, ofrecer hacer las compras a personas en mayor vulnerabilidad para evitar que salgan, donar implementos para los médicos y personal sanitario, entre decenas de otras iniciativas. En Colombia, en el 2018, la informalidad laboral afectó a 10,8 millones de personas, todas estas personas necesitan ayuda.
Implica también, pensar cómo mi carrera o conocimientos pueden servir a nuestras comunidades y ponerlos a funcionar. Hemos visto en este tiempo, decenas de iniciativas diferentes: cursos online, conferencias gratuitas, talleres grupales, círculos de desahogo, clubs de lectura, tejido, etc. Todo lo imaginable. Todavía es difícil pensar que fue una crisis la que nos puso a todos en el mismo nivel, la humanidad entera está sufriendo exactamente lo mismo. Esto tiene que ser una
oportunidad para saber que lo que usted está deseando en este momento, seguramente lo está necesitando alguien más. Sus conocimientos financieros, sus recetas preferidas, incluso su compañía, sus ideas sobre cómo enfrentar la
soledad o la ansiedad. La crisis nos fuerza a ser creativos y mejores.
Estoy segura de que si al terminar de leer esta articulo usted se sienta a pensar una sola cosa que puede hacer por el bien común, o por el bien de una persona, va a tener más de una idea. Hágala. Lo que para usted puede ser un pequeño esfuerzo para otro puede ser la diferencia, aún más si todos los miembros de la sociedad se movilizan en la misma dirección. Nada de esto pasa solo, requiere voluntad y acción. Si en esta crisis mundial usted tiene un poquito más de lo que necesita, es su deber buscar cómo darlo. El poder Estatal solo no nos va a sacar de una dificultad de esta magnitud. En tiempos de crisis, más sociedad, también es la respuesta, más aún: humanidad y solidaridad es la
respuesta. En resumen, tenemos que cambiar el chip por completo y decidir con acciones concretas actuar en solidaridad, no caigamos en el engaño de pensar que este no es nuestro problema, que no tenemos ninguna responsabilidad, que solo tenemos que disfrutar de la cuarentena y buscar cómo entretenernos o que ya estamos haciendo suficiente quedándonos encerrados, pensemos qué otro paso podemos dar y démoslo.
Blogs
El acuerdo internacional de Escazú: Una trampa para Colombia
Apreciados Amigos y queridos lectores, hoy quiero poner nuevamente en alerta máxima a todos ustedes y a los ciudadanos colombianos, como también a todos los estamentos privados
Maturana, Arrieta y Cepeda
Pacho Maturana justificaba sus derrotas deportivas con una frase lapidaria: ‘perder es ganar un poco’.
Matoneo al Ejército en Twitter: táctica cobarde para ganar elecciones
Atacar a la Fuerza Pública sin pruebas ni fundamentos legales en medios de comunicación y redes sociales es un método muy bajo para llegar
Ni perdón ni olvido
Los creyentes tenemos claro que los designios de Dios son perfectos, vaya si lo son.