Universidades, matrículas e incomprensiones.
Las instituciones públicas y privadas de educación inicial, preescolar básica, media y superior han tenido que adaptarse para sobrevivir a la pandemia. La pregunta común ha sido: ¿qué hacer para cumplir con el calendario académico? Sin embargo, el panorama no es alentador. Ese es el caso de la educación superior que intenta subsistir entre el desinterés y la irracionalidad de algunos estudiantes.
Desde encadenarse en las puertas de centros educativos para exigir la “matrícula cero”, hasta las demandas por descuentos generalizados de los precios de matrícula, estudiantes han comenzado una cruzada desentendiendo la complejidad del problema. Esto en concordancia con otras propuestas simplistas como la renta básica universal. Ahora, más allá de procurar y defender soluciones estatistas a la problemática ocasionada por el virus, es necesario hacer un balance objetivo de la naturaleza de la crisis.
El contexto en el que se encuentran las universidades no es tan positivo como algunos se pueden imaginar. La reducción en el número de matriculados es un viejo conocido para el sector. Desde el 2016 universidades públicas y privadas han visto un significativo bajonazo, recreando en parte la tendencia mundial de contracción del sector. No obstante, no es lo único a lo que se enfrentan: obligaciones contractuales para nóminas, suministros, mantenimiento e infraestructura, entre otros gastos, generan presiones cada vez más difíciles de solventar.
Y el escenario empeora cuando se habla de universidades privadas, puesto que mientras las universidades públicas cuentan con el respaldo del presupuesto nacional y una asignación fija, las privadas dependen del número de matrículas. Además, cabe recordar que de acuerdo con la ley 30 de 1992 son instituciones sin ánimo de lucro. Así, más que empresas con un profundo anhelo de dividendos, están dedicadas a ser garantes del derecho a la educación en el país.
Son tres los argumentos principales bajo los cuales los estudiantes reclaman una reducción generalizada de las matrículas. Primero, que los costos de las matrículas están asociados a beneficios y recursos que actualmente no pueden disfrutar como las instalaciones. Segundo, que se puede prever que el próximo semestre será virtual. Tercero, que la pandemia ha afectado las economías familiares lo que imposibilita el pago de las universidades. Estos argumentos para concluir que la solución es solo una: descuentos en la matrícula para todos.
Ahora bien, existen infinidad de factores que pueden impedir que un estudiante haga uso de las instalaciones de la universidad, pero esto no justifica un descuento en la matrícula. Es más, se trata de una coyuntura temporal en donde la autonomía de las universidades se ha visto disminuida. No es decisión de estas cerrar las aulas, sino que son medidas producto de acatar las disposiciones legales actuales. Y es de admirar la manera en que han logrado adaptarse a las nuevas condiciones siendo solidarias, por ejemplo, sin incurrir en despidos masivos y procurando la mejor experiencia para los estudiantes.
Por otra parte, aquellos que reclaman que no pagarán millones por educación virtual parecen ignorar los pronunciamientos acerca de un posible retorno a las aulas en agosto. Además, ¿qué hacer si exigen un descuento por educación virtual y se presenta la oportunidad de volver a la presencialidad? ¿hacer un nuevo cobro? Porque la única certeza es que las universidades están haciendo lo posible por volver a la normalidad mientras respetan los lineamientos impuestos por el gobierno.
Por último, es una realidad que el virus nos ha afectado a todos, pero no sería cierto defender que a todos nos ha afectado por igual. Hay sectores económicos que han sufrido una reducción en sus ingresos, mientras otros los han mantenido. Habrá estudiantes que requieran una ayuda mayor mientras otros quizá no necesiten asistencia, por lo que las medidas generalizadas no solo amenazan la estabilidad de las universidades, sino que las incapacita para atender suficientemente a quienes lo pueden necesitar más. No obstante, muchas han dirigido esfuerzos en esa dirección, aun a sabiendas de los riesgos que esto impone a su sostenibilidad.
En conclusión, un descuento generalizado de la matrícula no es la estrategia más eficiente para superar esta coyuntura. Otro ejemplo de que el igualitarismo es sinónimo de ineficiencia.
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